Hace muchos años, harto de que mi padre me regañara por ser travieso, ladrón, mentiroso y romper cosas —creo que esto fue a mis once años—, hice una lista de todas las personas buenas que conocía, y empecé a desconfiar de ellas. Yo tenía una teoría, sospechaba que ningún hombre era capaz de ser bueno todo el tiempo y para siempre. Lo jodido de ser bueno no era el esfuerzo por perseguirlo. ¡Lo jodido era la angustia que causaba mantenerse bueno!. Pensaba que ser bueno era la actividad más aburrida del mundo.
Como digo, hice esa lista entre las que se encontraban: mi madre, mi logopeda, el cura de las catequesis, mi amigo Jonathan (nombre ficticio) con el que nunca me había peleado.
Jonathan fue de los primeros en ser tachados de la lista porque me harté de que nunca jugase a fútbol porque llevaba gafas y siempre tenía miedo de que se las rompieran, entonces yo cuando veía rodar una pelota me iba corriendo detrás de ella y enseguida me recriminó que lo dejara de lado, me llamó egoísta y ese fue el primer insulto que me dolió de verdad porque “egoísta” nunca me lo habían dicho y sonaba muy fuerte, hubiese preferido que me llamaran imbécil o jilipoyas pero “egoísta” me dolió mucho. Pensé que era una mala persona y lo taché de mi lista pensando que el egoísta era él.
El cura de las catequesis, yo me pensaba que un cura era bueno por naturaleza pero este señor un día me llamó maleducado por entrar con la pelota botando dentro de la iglesia (siempre la jodida pelotita) y luego en las catequesis me llamó un par de veces la atención porque no paraba de hablar y molestar cuando mis compañeros hablaban más que yo… pensé que me había cogido manía y llegué a odiarlo tanto que incluso se me metió en la cabeza que el día de mi comunión me iba joder y dejar en ridículo. Fui el único a que en el ensayo antes de la comunión me hizo repetir más de 3 veces lo que tenía que leer en voz alta y yo creo que fue para ponerme más nervioso. Lo taché de mi lista varias veces para que se notara bien que estaba tachado.
Mi logopeda, lo bueno de la logopeda era que mientras todos mis compañeros hacían clase yo me iba con ella a una sala y jugábamos a juegos educativos… había el famoso juego de poner las fichas boca a bajo e ir levantándolas de dos en dos hasta encontrar la pareja de cada una, recuerdo que siempre le ganaba yo y un día me reí tanto de ella y la humillé tanto que me pegó una santa bronca y dijo que se dejaba ganar para que yo adquiriese confianza en mi y que estaba muy feo eso de reírme de los demás solo porque habían perdido; dicho esto me desafió a una partida en serio y empezamos a jugar y reconozco que la partida se puso complicada y estábamos muy igualados pero ella levantó una ficha que no era y puso la excusa de que no quería levantar esa y levantó la otra y me ganó… ¡¡¡haciendo trampas!!! Ella se rió de mi muy en serio y por una vez le vi la cara demonio y me entró hasta miedo pero había hecho trampas y por más que yo se lo decía más se reía y me humillaba… esa misma tarde, tachón de la lista.
Mi madre, ahí donde la ves toda una santa pero también tuvo su delirio, me costó encontrarle el punto débil quizá pasó casi medio año desde que hice la lista pero al final cayó como todos. Resulta que una tarde en el camping yo descubrí lo bueno que estaban los helados, había uno en concreto que se parecía mucho al Magnum actual y mientras toda mi familia dormía la siesta yo le robe a mi padre 100 pesetas y me compré uno y me lo comía por el camino de vuelta para la caravana y cuando llegaba estaba tan rico que lo volví a coger 100 pesetas del monedero a mi padre y vuelta a por otro helado, el monedero estaba lleno de monedas de 100 pesetas y pensé que nunca se darían cuenta. Hice esto durante 2 o 3 veces más y me pasé por lo menos 1 hora comiendo magnum sin parar. Era la primera vez que robaba y más tarde me sentía fatal y pensaba que como se diese cuenta mi padre me iba a matar y me castigaría sin salir en todo el verano de la caravana y que por ser malo me pasaría una desgracia y sufriría, fue tanta mi agonía que al final o lo contaba o lloraba. Decidí ir a visitar a mi abuelo que siempre que iba me daba 100 pesetas y con ese dinero fui corriendo a donde estaba mi madre y le dije que solo había cogido 100 pesetas del monedero de mi padre para un helado y que se lo devolvía a ella para no enfrentarme con mi padre puesto que yo estaba acojonado… y cogió mi madre y…¡ se lo quedó ella y al poco rato la veo con un helado! ¡Pero si el dinero era de mi padre! Pensé que mi padre cuando despertara de la siesta y viese que le faltaba dinero en la cartera me mataría igualmente porque mi madre no le había devuelto las 100 pesetas. Tachón de la lista por robar…
¡Y así fue como decidí ser malo según mis experiencias…!
me he meado y llorsdo de risa te voy a clarar las cosas antes yo hera la dueña de los dos monederos desde que entro zapotero es el banco muchisimas gracias por las rosas me a gustado mucho
ResponderEliminarmama