…Antes de salir a la calle intento asimilar lo que está pasando, no hay duda de que estoy en el futuro y he debido teletransportarme o algo parecido, pero no recuerdo haberme metido en ninguna máquina del tiempo simplemente me he despertado y he aparecido en el año… ¿2.209?, Lidia está en Mónaco gastándose los ahorros que tenemos para la obra del ascensor y encima está enfadada por lo que no solo se gastará los ahorros sino que se gastará hasta lo que nos queda para pagar la hipoteca.
Se que es imposible que esté en el futuro, pero tampoco estoy soñando así que me hago una promesa antes de volverme loco: aceptaré que estoy en el futuro hasta que encuentre una explicación.
Salgo de casa y cojo el ascensor de cristal por los seis lados ultramodernos, no hay botones pero me lleva directamente al rellano, asomo la cabeza a la calle y me deslumbran los ojos, me duelen mucho y apenas puedo abrirlos y cuando por fin se empiezan a acostumbrar a la claridad me doy cuenta de que todo tiene demasiado brillo, apenas distingo cosas pero si que puedo distinguir los coches volando… ¿aviones? no, aviones no, son coches que vuelan a dos o tres metros del suelo y la gente anda tan tranquila por debajo de ellos sin miedo a que se caiga alguno.
Decido ir a comer algo puesto que tengo hambre, detecto la panadería de la esquina y me dirijo hacía ella, para cruzar la calle tengo que pasar por debajo de coches que están flotando mientras hacen caravana… así que como no tengo huevos a cruzar solo, me arrimo a un señor que va a cruzarla y pongo cara de situación controlada.
Llego a la panadería que hay una chica rubia con un piercing en la boca y me dice: joder Isma tío, que cara de asustao me traes ¿¡¡y como se te ocurre salir de casa sin gafas!!? ¡que te vas a quedar ciego! toma tu croissant, son 1,90€$ (eurodólares)…
Mi cara se desencaja, meto la mano en el bolsillo y saco mi cartera, busco pero no tengo dinero así que decido contestarle: “mira, es que no tengo nada suelto ahora pero luego viene Lidia y te lo paga…”
La panadera se empieza a reír y me dice: “Uuuui sí, ¡jajajaja! te acuerdas aquellos tiempos que teníamos que ir con dinero suelto, anda dame tu DNI que te lo he visto”.
Le acerco el DNI con cara de no entender nada, ella lo pasa por una máquina y se cobra el croissant, empiezo a hacer memoria y recuerdo que querían suprimir las tarjetas de créditos y que se pagase con el DNI… antes de salir de la tienda pegándole el primero bocado al croissant la panadera me recuerda que debo ponerme las gafas si no quiero acabar ciego.
Las gafas, las gafas, las gafas… me doy cuenta que soy la única persona en la calle que no lleva gafas, meto la mano en el bolsillo y saco unas gafas que me pongo enseguida y de repente veo con claridad, cada cosa con su respectivo color, nítido, sin brillantes…, ya no me duelen los ojos y el sol que era violeta ahora tiene su color amarillo de siempre.
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